Crónicas de Magda.

>> sábado, 19 de junio de 2010



Capítulo 1. Bostezo muy despierto.

Me levanté y me calzé las mullidas zapatillas de andar por casa. Miré a la cama de Darío, que dormitaba tranquilamente, seguramente soñando con su colegio. Yo tenía muchas ganas de ir al colegio, como los mayores. La puerta estaba abierta. Mamá fue a darnos un beso y la dejó abierta porque sabe que me levanto muchas veces. A la izquierda de nuestra habitación estaba el baño. Dejé la puerta encajada y me senté en el water. Cogí el papel y terminé. Cuando cerré, en vez de ir a mi habitación, caminé despacito hacia la cocina. Sobre la mesa había una pareja de cerezas muy rojas. Recuerdo una frase que me dijo la abuela Sara:
- Cuando alguien vea una pareja de cerezas sola sobre la mesa, debe saber que simbolizan tu futuro. Pobre...
Aunque no supe que significaba lo que dijo la abuela, me la comí y tiré los huesos y la ramita a el cubo. Bebí un vaso de agua subida en el taburete y lo volví a poner en el fregadero. Al bajar, fui al salón y me tumbé en el sofá. Afuera reinaba el silencio. Tuve miedo, porque no sonaban ni los grillos, solo la luz fluorescente de la lampara que sostenía mi pesadilla: El gnomo del jardín. Como vivía en un "chalé" todo lo demás estaba negro y sobre mi casa nunca brillaban las estrellas, solo en ocasiones la Luna. Cuando cumplí los dos años, Darío me dijo que me regalaría la Luna y yo le di un beso en la mejilla.
Cuando volví a mi cuarto, me fijé en un mapa que había en el escritorio de Darío. Estaba dibujado a lápiz, con todos sus ríos, montañas y demás relieves. Pero...mi hermano tenía mapas de todos lados y este nunca lo había visto. Un mundo inventado, pensé.

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